sábado, 5 de febrero de 2011

Miedo a creer.

Cuando algo te ha costado mucho esfuerzo ya sea trabajo físico o intelectual lo valoras y haces tuyo como la mayor de las verdades. Desde nuestro nacimiento asistimos a la escuela de la vida para formarnos en los conceptos que definen nuestra realidad. La forma de comer, tu salud o tus conocimientos del entorno magistralmente guiados por el sistema educativo (no me refiero al estatal) en el cual incluyo la experiencia, son siempre controlados por una figura externa al Ser. Por supuesto nadie cuestiona que ese aprendizaje sea incorrecto ya que en la mayoría de los casos nos lleva desde el nacimiento a la vejez de la "única forma posible". Al menos eso nos han dicho. ¡Qué cómodo y simple resulta todo! visto así ¿Por qué voy a plantearme que hay otras posibilidades si ya me lo dan todo hecho? Ese precisamente es nuestro "defecto" de concepción, "ser cómodos" ¿Por qué somos cómodos? Muy sencillo, nacemos con la pureza del Ser, inocentes desprotegidos ante un medio que no conocemos y en el cual no podemos valernos solos en nuestros primeros pasos ¿A quién se le pasa por la cabeza que un padre o una madre puedan perjudicar a su retoño? Así de simple comienza el engaño. Creciendo y experimentando en la vida con esas limitadas capacidades hacemos lo que está a nuestro alcance. A fuerza de repetirnos que no podemos volar terminamos haciendo de todo lo demás una verdad absoluta. No podemos vivir más de 80 años de media. Enfermamos, pues nuestros cuerpos son imperfectos. Somos seres destructivos y egoístas. La felicidad no existe. ¿Cuantos conceptos más nos programan desde que nacemos? En fin, vivimos nuestra experiencia por la experiencia de otros y aún siendo conscientes de la trampa nos negamos a nosotros mismos otras posibilidades.  Este hecho se sustenta en esa característica a la que antes me refería, "ser cómodos". Habría que olvidar todo lo aprendido para volver a llenar nuestra base de datos con otros parámetros que re-definan otra realidad. Pero, como somos cómodos no lo hacemos y a eso es a lo que yo llamo miedo a creer. Creer que otra vida es posible. Que podemos ser seres con capacidades increíbles de creación. Que no somos destructivos y egoístas. Que podemos vivir mucho más de 80 años y que la felicidad es posible.

Cuando yo descubrí la trampa del juego que es aún más profunda de lo que he expresado en estas pocas lineas, experimenté muchas y variadas transformaciones. Pasé muchas noches sin dormir. Sufría por sentirme engañado. Sentía que mi mundo se desmoronaba. Quería compartir mi descubrimiento con mis seres queridos pero estos no lo veían, lo cual me hacía sufrir aún más. Perdí muchas cosas buenas por el camino. Pero apareció una gran luz al final del túnel que me decía que no me preocupara. Que todo es un juego. Que lo que había perdido en realidad lo había ganado. Que cada uno tiene su propio camino y que despertar de esta pesadilla puede necesitar tan solo de un leve soplo detrás de la oreja. Que me llenara de paciencia y amor infinito por que esos son los ingredientes para poder ayudar a los demás.

Palabras escritas para el corazón con todo el amor de este Ser que ha despertado a la luz y que transita su camino...

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